Desde aquel conventillo nacido en 1881

Si buscamos una palabra, en este momento sería: imparable. Lance empezó el año nuevo de manera tan intensa como terminó el 2008: haciendo.
 
El tipo va de un lado para otro, su pluma no para. Su auto tampoco, ya que juntos recorren kilómetros y kilómetros para llevar Revista Renovación a toda la región.
 
Muchas veces uno anda apurado, preocupado por los problemas propios del trajín diario y deja de ver lo verdaderamente importante.
 
Entonces, ahí aparece Carlitos con la lupa periodística, dando su mirada de comunicador social pero con un agregado especial: su crónica contiene las sensaciones del vecino de barrio.
 
Juega con el personaje ocasional que se cruza en su camino, con los lugares, con las historias y contrasta blanco sobre negro para mostrar las dos caras de la moneda.
 
Esa realidad "amasada" con habilidad muchas veces hace que bajemos un cambio y veamos lo verdaderamente importante: las cosas simples de la vida.
 
Sirvan estas palabras como prólogo de la última crónica viajera de Lance en Capital Federal, a quien le agradecemos su aporte para este blog.
 
 
Desde aquel conventillo nacido en 1881
 
Para Vórtice Periodístico
 
Por Carlos Lance
 
 
¿Qué es Buenos Aires en este enero?, pregunta Vórtice. ¿?
 
¿El hombre de traje que mira cómo la bolsa bursátil se derrumba un 3.9 % éste miércoles 14 de enero al compás de las internacionales?
 
¿Es el boliviano feliz de trabajar en el edificio de la calle Estado de Israel de su segunda patria?
 
Ojalá las paredes no retengan tu ruido de  caminos cansados. Ojalá que la luna pueda salir sin ti; ojalá que la tierra no te bese los pasos; ojalá se te acabe la mirada constante, cantaba  hoy Silvio Rodríguez en una esquina de la avenida Córdoba. Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones...
 
Buenos Aires es para conocer y querer. Es la capital y con eso es casi todo, en mayo y en enero.
 
La que madruga siempre y muestra a sus obreros allá arriba en las constructoras del desafiante y creciente Puerto Madero, cuando se dice "todos se fueron en enero y no quedó nadie".
 
Se fueron muchos, es cierto y muchos otros quedaron. Y otros van llegando. Obreros, empresarios, empleados, artistas, todos laburan en este 14 de enero.
 
Buenos Aires es el fuego que mató seis chicos en La Boca y son hoy las milongas en el mismo barrio; sus guitarras que se venden como siempre y sus quejas que siempre se escucharon, más que nada cuando aumentan las tarifas y hace calor.
 
Negocios que soportan el sol y abren sólo por la crisis, negocios que abren por los extranjeros y negocios que siempre están, en Liniers, Callao o en Pueyrredón. 
 
Militantes de izquierda y de Palestina que protestan contra Israel frente al obelisco y  la Ciudad Universitaria que detiene su gran ritmo juvenil, pero no para totalmente.
 
La ciudad capital es el colectivo que tiene ganado su nuevo espacio por la calle que queda angosta para el resto, aun con menos automóviles que en el resto del año y es el punto que se pierde por manejar mal.
 
Es el tango que llega a las plazas con clases de baile y es un complejo teatral que hay que recorrer en un mes - y no en un día, apurado -  porque convoca con  Mucho ruido y pocas nueces, de William Shakespeare, dirigida por Oscar Barney Finn en la sala Martín Coronado  y con Un hombre es un hombre, de  Bertolt Brecht, por La Banda de la Risa.
 
Todo eso más  la cara renovada de Gasalla, que reaparece en los avisos publicitarios,  siempre Antonio Gasalla!, que debuta mañana 15  con su "Más respeto que soy tu madre", en el Metropolitan 1. Una mujer y su marido, Enrique Liporacce.
 
Buenos Aires es el tachero que espera el vuelo de Aerolíneas escuchando a Los Redondos y es el cine, con  "Australia", con  Nicole Kidman y Hugh Jackman y es el cartonero que encara una y otra vez el camino bajo el sol de enero.
 
Es el café de siempre para encontrar tiempo y espacio para la literatura para grandes y literatura  para los más chicos y chicos que leen la mirada de los extranjeros, cuando les piden una moneda en la vereda del restaurante de Palermo Soho.
 
"Me gusta la Metro", dijo a la mañana Alfredo Alcón, porque acá hasta te dejan desafinar y Andy Kusnetzoff le dio margen para que se explaye sin música y sin propagandas y ahí nomás se enteró que su padre no fue argentino, sino que  fue brasileño, por casualidad, simplemente porque allá paró un barco y nació. El reportaje empezó de nuevo, porque el actor venía de ese país.  "Me interesa por sobre todo y después de tantos años de teatro, de cine, saber quién te aprecia de verdad, entre los compañeros de trabajo de ahora y de antes, entre el público de la fila uno y el que está en la fila 24, quién te valora, eso me interesa", dijo Alcón.
 
 "Y nadie pregunta si sufro o si lloro...", pedía igualmente antes Andrés Calamaro: "Yo soy el cantante que hoy han venido a escuchar, lo mejor del repertorio, a ustedes voy a brindar; y canto a la vida, con risas y penas, con momentos malos y con cosas buenas, vinieron a divertirse y pagaron en la puerta, no hay tiempo para tristezas...", pero reclama en su canción que se sepa qué hay detrás del exitoso artista, si sufre o llora y por qué.
 
En diciembre estuvo Madonna  y su show trascendió al mundo; estuvo el Dakar y el turismo creció y ahora en las paredes anuncian a José Larralde, con la voz criolla de siempre.
 
Hoy fue una tarde del bandoneón de Domingo Agnese que hizo emocionar a los turistas españoles, brasileños, italianos y alemanes con Milonga sentimental y La cumparsita, en la calle Caminito, del barrio de la Boca, repleta de extranjeros entrando en la historia de otros extranjeros, que ingresaron a la Argentina por el conventillo nacido en 1881.
 
Mientras tanto, los camiones y las retroexcavadoras ganan terreno al río, ahora que está débil y la costanera se convierte en un después de lo que fue hasta ahora, para sorpresa de los pescadores que la solían frecuentar.
 
Buenos Aires es también la Villa 31 y sus historias que abrazan a la propia autopista, mostrando dos mundos distintos que se las ingenian para convivir. El de la señora que levanta una pared al rayo del sol de enero y el de los turistas que pasan en el colectivo sin techo, para ver mejor esta parte de la Argentina, que no es toda, aunque es un buen reflejo de su totalidad.