Garrido, el policía...

No es un caso más de un efectivo ejecutado por delincuentes. Más allá de la parafernalia periodística, donde algunos se aprovechan para desviar la atención de la opinion pública, hoy San Isidro está compungido porque perdió a un policía de confianza.
 
Porque tenía vocación de servicio a la comunidad, porque inspiraba respeto y tranquilidad en los vecinos por su rectitud y su hombría de bien.
 
Y uno piensa en el impacto que tiene todo esto, por tratarse de un buen policía, entre tanto descrédito que existe hacia las fuerzas de seguridad.
 
Días atrás una mujer nos manifestaba su preocupación porque hoy ya no ve al policía de confianza, donde una madre antes de la salida nocturna de su hijo, siempre machacaba: -cualquier cosa decile al policía-. El agente era toda una institución.   
 
Por ahí es una imagen nostálgica o el deseo de que hay cosas que deben cambiar.

Que la policía está cuestionada no es novedad. Haciendo un poco de memoria, uno recuerda cuando se hablaba de la "mejor policía del mundo", de la "maldita policía", del "gatillo fácil", de la construcción de más cárceles y hasta de "meterle bala a los delincuentes"; de eufemismos como la "sensación de inseguridad" y sin mucho andar, del caso Bergara y su vinculación policial, tema que llegó a tocar al mismísimo gobernador Scioli que fue amenzado de muerte.

Drogas, zonas liberadas, prostitución, juego clandestino, etcétera... son demasiadas cosas en juego como para que la clase política quiera cambiar la realidad de la seguridad, justamente porque se ha valido de ellas para manejar a la masa, cooptar voluntades, silenciar, matar y perpetuarse en el poder.
 
Seguramente también nosotros, como sociedad amnésica que somos, tendríamos que hacernos cargo de lo que nos toca.
 
Desde hace tiempo hay desigualdad social, injusticia, falta de oportunidades y de educación como para que el hombre se sienta digno y pueda ganarse honradamente el pan. Y cuando ello sucede, el individuo embrutecido y cegado por su impotencia no conoce otro lenguaje que el de la violencia, el de matar por un par de zapatillas o un billete de dos pesos.
 
No justificamos de ninguna manera la muerte por la muerte misma, tampoco sería justo decir que toda la policía es mala, porque hay otros tantos "Garridos" recorriendo las calles, héroes anónimos y padres de familia que realmente honran la institución policial y se juegan la vida.
 
Valgan simplemente estas palabras para que podamos leer entre líneas y tratemos de entender -un poco más allá- el significado de la muerte de Garrido y de una comunidad que hoy lo llora.